Descripción
El libro 65 promesas De Dios para sus hijos, es un libro para todo padre que anda en busca de esperanza, estímulo y milagros.
Ser padres puede ser una tarea exigente, incluso agotadora, ¡pero Dios está de su lado! Él nos ha dado promesas para nuestros hijos, cosas que ha prometido hacer por ellos, si tan solo oramos y creemos.
Este libro cristiano ofrece 65 promesas de Dios para sus hijos, descritas en la Biblia mostrando cómo orar y creer para obtener misericordia, paz, crecimiento espiritual, protección angelical, y provisión para sus hijos.
Más que una bendición, estas promesas pueden convertirse en el eje alrededor del cual girará el futuro de su familia.
¿Que es una promesa?
La lengua hebrea no conoce ninguna palabra que corresponda al término promesa, o al verbo «prometer». Sin embargo, la noción es común. Ciertos verbos ordinarios, como «deducir» y «hablar», hacen comprender que una palabra pronunciada por Dios tiene el valor de una promesa solemne. La palabra de Dios, una vez pronunciada, es verdad. Y Dios mantiene su palabra. Dos ejemplos clásicos son:
1.El → Pacto de Dios con Abraham (Gn 13:14–17): el anuncio de una posteridad numerosa y el don de la tierra de Canaán.
2.La promesa hecha a David de conservar el reino para sus descendientes (2 S 7:12, 28, 29), y la cual se repite a lo largo de la historia del pueblo de Israel.
La promesa ocupa un lugar central en el Nuevo Testamento
En el Nuevo Testamento la promesa ocupa un lugar central, pues este proclama que las promesas que Dios hizo en otro tiempo a los patriarcas y al pueblo de Israel se cumplen en Jesucristo. «Todas las promesas de Dios son «sí» en Él» (2 Co 1:20).
El evangelio consiste en proclamar que las promesas se cumplen en la persona de Jesús (Ro 1:2, 3). En el Nuevo Testamento las promesas apuntan a la dignidad de hijos de Dios (Ro 9:8), a la herencia (Gl 3:18, 29), al Reino (Stg 2:5) y a la vida eterna (Tit 1:2).
¿Quiénes se beneficiarán de la promesa divina? Primeramente el pueblo de Israel (Ro 4:13; 9:4), pero el nuevo pacto no excluye a ninguna persona. La verdadera posteridad de Abraham no son sus descendientes según la carne, sino los que viven la misma fe que él, cualquiera que sea su origen (Ro 4:16).
Dudar del poder de Dios para ejecutar lo que ha prometido es atentar contra su gloria (Ro 4:20–21). Por esto, la herencia está reservada a los que se apropian por la fe de la palabra del evangelio (Heb 4:12). El cumplimiento de la promesa depende solo de Dios y no de los esfuerzos del hombre (Ro 4:16). Todo el que intenta obtener la herencia mediante la observancia de la Ley, anula la promesa, porque se comporta como si la promesa no tuviera valor (Ro 4:13, 14; Gl 3:18).
Tomado de: Nelson, W. M., & Mayo, J. R. (1998). En Nelson nuevo diccionario ilustrado de la Biblia.
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